Hoy cuento con la colaboración de un compañero de clase, Josep Francesc Gómez Rincón, y es que hay mucho talento por ahí suelto... espero que os guste. (Ya sabéis que si queréis colaborar en el apartado ''Colaboraciones'' os cuento como hacerlo).
A lo largo del tiempo las más
brillantes mentes de Occidente han intentado encontrar el fundamento de
nuestros sentimientos morales y lo han buscado en cientos de lugares, desde la
razón individual, hasta los sentimientos de cada uno. Pensemos si no en el imperativo
categórico de Kant o en la magna obra de Aristóteles ¿qué son si no modos de
intentar fundamentar nuestros puntos de vista éticos? Este interés va más allá
de la mera especulación filosófica ya que la moral es clave en nuestra
sociedad. Podemos decir que ciertos puntos de vista sobre lo que es bueno y
justo son el fundamento de nuestro mundo. Por esto último es por lo que, según
creo, esas grandes mentes del pasado, y también del presente, se han esforzado
por desentrañar el origen de la moral; entenderlo es entender al hombre y ¿no
es ese el objetivo de toda ciencia?
El hombre es, según la definición clásica, un animal social, lo cual
implica que realiza completamente su naturaleza conviviendo con los demás, por
ello según Aristóteles tenemos el don de la palabra. Vivimos en sociedad y esto
nos permite realizarnos, en esto coinciden los más diversos pensadores, desde
Platón hasta Hobbes, desde Rawls hasta Hayek. Los imperativos morales son lo que
nos permite esta convivencia, por tanto, la moral y sus preceptos son lo que
nos permite, en última instancia, nuestra realización como seres humanos. De
esta última apreciación se sigue que, intentar separar política de moral es un
absurdo; la política es el arte de hacer convivir a diferentes gentes y dado
que sin moral no puede haber convivencia, la política, entendida como la
estamos entendiendo aquí, es imposible sin la moral. Dado todo esto, es fácil
comprender la importancia de conocer el origen de esta cosa que nos permite
seguir viviendo juntos, máxime en nuestro mundo moderno, donde las sociedades
humanas cada vez son más grandes y en su seno se arremolinan personas de todo
signo, raza y condición. Debemos, por tanto, entender, y en ello nos va la
vida, el origen de nuestras creencias morales.
I
Antes de nada debemos aclarar
algunos conceptos. Vivimos en una jungla de palabras y en ella, como en toda
jungla, es fácil perderse, si queremos avanzar por la floresta es preciso que
nos orientemos entre la diversa flora que puebla nuestro bosque de conceptos.
Diferenciemos algunas cosas. En primer lugar ¿Qué es eso a lo que llamamos
“moral”? el termino “moral” proviene del griego antiguo y se relaciona con otra
palabra interesante, “morada” piénsese en el parecido de ambos términos. Tan
similares son que “moral” deriva de “morada” de “hogar”, de “casa”. La moral es
aquella cosa que se practica en casa, son los valores que nos enseñan nuestros
padres y que nos permiten vivir en sociedad. Otro termino relacionado es el de
“ética”, la ética es una ocupación, quien se dedica a la “ética” es el que
estudia la moral, tenemos como ejemplo la Ética
a Nicómaco obra de Aristóteles en que el filosofo griego explica a su hijo
que es lo que él entiende por moral, una moral como búsqueda de la felicidad,
cuya realización depende de encontrar el punto medio entre el exceso y el
defecto. Encontrar la virtud, es para Aristóteles, la felicidad y esta solo se
puede hallar comportándose moralmente, es decir, haciendo lo que su padre le
enseña en ese tratado.
Tenemos ya dos significados importantes, el de moral, entendido como
aquellas prácticas realizadas en casa y que nos permiten realizar juicios sobre
el bien y el mal, dado que algo es bueno o malo moralmente en función de
aquello que se nos ha enseñado en nuestra casa y por otro lado, tenemos el
significado de “ética”, aquella ciencia que se ocupa de desentrañar los
entresijos de la moral. Una virtud es algo que es bueno desde el punto de vista
moral y de todo esto se sigue que una cosa inmoral es algo que esta mal desde ese
punto de vista, algo que de hacerse repugnaría la educación que se nos ha dado
en el hogar. También inferimos la imposibilidad de ser amoral, no se puede no
ser “moral”, uno se puede comportar de forma contraria a la moral, pero nunca
de forma neutra con respecto al bien y al mal, no existe la acción amoral, pues
nuestras acciones siempre repercuten en el resto de personas, provocando un
bien, en cuyo caso hablamos de comportamiento moral correcto, o causándoles un
mal, en cuyo caso hablamos de un comportamiento incorrecto.
La pregunta que surge ahora, una vez nos hemos orientado en la selva, es
la que pretendemos responder aquí, ¿quien dicta lo que esta bien o mal?
II
La pregunta que tratamos de
responder no es nada fácil, pero en esta tarea puede ayudarnos la historia de
la filosofía. No retrocedamos mucho, viajemos hasta el siglo XIX y
encontrémonos con Nietzsche. La intención del genio alemán era la de subvertir
los valores tradicionales que impedían la realización del “superhombre”. Este
nuevo humano debería ser capaz de obviar la “moral de los resentidos”, una
moral de reacción, el superhombre es un creador y sus preceptos morales, son
los imperativos del creador, por oposición, la moral contra la que lucha,
aquella que subvierte, es fruto de una tradición antigua, que mezcla
platonismo, con bastante de Aristóteles, con cristianismo, es una moral de
esclavos que lo que pretende es mantener a los sobresalientes por debajo de la
masa. La moral tradicional es en Nietzsche un freno para la excelencia de
algunos sujetos, un modo de mantener unido el rebaño. Por otra parte, avanzando
un poco más en el siglo XIX, nos encontramos con otro teórico importante, Karl
Marx.
Marx es el padre de una importante escuela de pensamiento, el marxismo, de donde dimana el socialismo científico, “invento” de Marx y Engels. La intención de Marx en su teoría es, como la de Nietzsche, liberatoria, ambos en efecto pretenden liberar al hombre de algo. Nietzsche al individuo de la servidumbre a la masa; Marx, por su lado, es más ambicioso. La propuesta del teórico socialista es la de la liberación del proletariado de la servidumbre debida al capital económico y la clase que lo ostenta. En la filosofía marxista la clase obrera, el proletariado, esta sometida, como los esclavos en la antigüedad, no solo por la fuerza física, que constituye un impedimento físico, sino que también encuentra cadenas en el fuero interno de cada proletario. La clase dominante, en este caso la burguesía industrial, crea toda una serie de “normas” que justifican su posición y perpetúan su dominio, estas instituciones son lo que recibe el nombre de “superestructura”, constituida por la economía, la religión y también la moral tradicional. Vemos pues que de nuevo, en Marx, la moral que estudiamos, es un mecanismo para mantener cierto orden de cosas, como en Nietzsche, la moral, sustenta un determinado tipo de sociedad. Esto ultimo es lo que hemos dicho en apartados anteriores y se puede resumir en pocas palabras; la moral mantiene una sociedad, por ello los críticos de las diferentes sociedades atacan la moral que dimana de la sociedad en la que viven y quieren mejorar, al entender que es imperfecta. Lo mismo hacía Descartes al atacar los prejuicios e invitarnos a la duda, ponía entre paréntesis todo, incluso la moral, que debería ser demostrada.
Marx es el padre de una importante escuela de pensamiento, el marxismo, de donde dimana el socialismo científico, “invento” de Marx y Engels. La intención de Marx en su teoría es, como la de Nietzsche, liberatoria, ambos en efecto pretenden liberar al hombre de algo. Nietzsche al individuo de la servidumbre a la masa; Marx, por su lado, es más ambicioso. La propuesta del teórico socialista es la de la liberación del proletariado de la servidumbre debida al capital económico y la clase que lo ostenta. En la filosofía marxista la clase obrera, el proletariado, esta sometida, como los esclavos en la antigüedad, no solo por la fuerza física, que constituye un impedimento físico, sino que también encuentra cadenas en el fuero interno de cada proletario. La clase dominante, en este caso la burguesía industrial, crea toda una serie de “normas” que justifican su posición y perpetúan su dominio, estas instituciones son lo que recibe el nombre de “superestructura”, constituida por la economía, la religión y también la moral tradicional. Vemos pues que de nuevo, en Marx, la moral que estudiamos, es un mecanismo para mantener cierto orden de cosas, como en Nietzsche, la moral, sustenta un determinado tipo de sociedad. Esto ultimo es lo que hemos dicho en apartados anteriores y se puede resumir en pocas palabras; la moral mantiene una sociedad, por ello los críticos de las diferentes sociedades atacan la moral que dimana de la sociedad en la que viven y quieren mejorar, al entender que es imperfecta. Lo mismo hacía Descartes al atacar los prejuicios e invitarnos a la duda, ponía entre paréntesis todo, incluso la moral, que debería ser demostrada.
¿Qué tiene que ver todo esto con nuestro propósito? Nos estamos
acercando a un punto clave. Hemos visto para que sirve la moral; mantiene una
sociedad determinada, sabido esto responder a la pregunta inicial parece
sencillo; el origen de nuestros preceptos morales es social, viene determinado
por la sociedad en que vivimos. Naturalmente esto no es nada nuevo, pensadores
como Hume o Burke ya lo dijeron antes que yo. Incluso podemos rastrear estas
ideas en los teóricos contractualistas; el contrato se establece con las miras
en una sociedad y su mantenimiento requiere de ciertos principios morales
comúnmente aceptados, el contrato impide la guerra del todos contra todos y da
nacimiento a la moral, con ella a la sociedad. La diferencia entre lo que aquí
defendemos y nuestros predecesores, es de enfoque; ellos pretendían justificar
la moral desde la sociedad, nosotros buscamos el origen del bien y el mal, cosa
que nos permite explicar la sociedad.
Hemos llegado a despejar nuestra incógnita, la moral tiene un origen
social. ¿Cómo es esto posible? ¿Se estableció un contrato en tiempos
primigenios? No. Nunca ha existido algo así como el estado de naturaleza[1]. El
hombre es un animal social, siempre ha vivido en comunidad, como los simios en
los árboles o los lobos en la estepa, el hombre no es inteligible sin el grupo.
Encontramos que a diferencia de los animales, incluso a diferencia de nuestros
parientes vivos más cercanos, los grandes simios, el hombre se ha extendido por
todo el globo terráqueo, poblando todo el mundo y todo tipo de clima i hábitat,
el instinto que rige la vida de los animales no sirve al hombre. Los monos,
como todo animal gregario, mantiene la unidad del grupo o del rebaño por
instinto, este no sirve al hombre, pues el instinto responde a
condicionamientos biológicos, frutos de la adaptación evolutiva al medio en el
que viven; el hombre habita todos los medios terrestres posibles, incluso la
helada tundra siberiana, o las polvorientas dunas del desierto. La colonización
del mundo por el hombre fue tan rápida, en términos relativos a los estándares
biológicos, que es imposible hablar de instintos en la humanidad, no dio tiempo
a evolucionar tan rápido. De esta diferencia entre el animal y el humano podemos
aventurar una conclusión valiente, la moral es una respuesta al medio.
El hombre primitivo que llegaba a un paraje totalmente nuevo, pongamos
desde África hasta las vírgenes planicies de Europa, no contaba con el instinto
para enfrentar este nuevo medio, medio que planteaba dificultades diferentes a
las sabanas del Rift. No tuvo tiempo de evolucionar, como ya hemos dicho, el
homo sapiens debía encontrar otro recurso. Los usos sociales[2]. El
uso social remonta su existencia hasta esta primitiva circunstancia, es un modo
de dar respuesta a los nuevos problemas del medio, es evolución, pero no
biológica, sino cultural. En nuestra situación imaginaria, un nuevo uso podría
ser el utilizar vestimentas más abrigadas con las que hacer frente al nuevo
clima europeo, más frío que el del continente africano. La moral es un uso
social. Nace del mismo modo que la vestimenta y cumple una función similar,
mantener con vida al individuo, y como un grupo no es más que un conjunto de
particulares, la supervivencia de gran parte de individuos mantiene vivo al
rebaño. La moral como uso, es una adaptación al medio, por ello lo que esta
bien o mal tiene que ver con la supervivencia de un grupo determinado. Lo que
esta bien o mal se aprende de aquellos que nos rodean, por ello se dice que la
cría de un niño es un asunto del común de la sociedad, porque se le debe
inculcar la moral común, de lo contrario la supervivencia del conjunto se puede
ver comprometida; ¿Qué ocurriría si el nuevo individuo abandona a sus
congéneres en una situación de peligro? Tal circunstancia supondría la
desaparición del grupo. Si estamos en lo cierto, es sencillo entender las
reticencias de algunos pensadores a aceptar las normas de una sociedad
determinada. La moral y sus códigos
tiene un origen social y su objetivo es hacer pervivir a la sociedad, por ello
su origen etimológico; como el hogar, la moral, ofrece un refugio contra el
peligro. No hay moral sin sociedad humana, como tampoco hay sociedad humana sin
moral, ambas son indisolubles, como una es fruto de la otra y la otra mantiene
a la una, nunca se encontrará grupo humano que no tenga moral, por ello
decíamos es imposible ser amoral.
Hablábamos más arriba sobre las opiniones de Nietzsche y Marx, ambos
recelaban de la moral tradicional de su tiempo al entender que era un freno
para el desarrollo de la humanidad. Si la moral viene de la sociedad y es fruto
de la evolución de esta, si se quiere cambiar la sociedad, se debe cambiar la
moral que la mantiene, por ello Nietzsche y Marx atacan la moral de su tiempo
pretendiendo substituirla por otra; el origen de la moral está en aquello que
Descartes llamaba prejuicio. Los ilustrados pretendieron mejorar las costumbres
de su tiempo y para ello debían renunciar a los prejuicios, como Nietzsche y
Marx atacaron los fundamentos morales de su tiempo, la religión en este caso.
Los miembros de la Ilustración pretendían hacer avanzar a la humanidad y
refinar sus costumbres mediante la educación, entendieron el mecanismo, para
que la libertad, la igualdad y la fraternidad triunfaran, era necesario tiempo
y educar a las nuevas generaciones en los nuevos valores, poco a poco, los
nuevos preceptos se abrirían paso hasta su instalación definitiva. Los
Ilustrados creían, frente a lo que se sostenía hasta el momento, en una
historia lineal que avanzaba, por ello era posible el progreso; despacito y con
buena letra, solo así sería posible la utopía. El abandono de la paciencia y la
aceleración revolucionaria hicieron fracasar la Ilustración y sus pretensiones,
Ilustración y Revolución son términos contradictorios, dado que el objetivo de
la Ilustración no se podía alcanzar por la vía revolucionaria necesitaba de la
paciencia del educador dada la naturaleza de la moral[3]. Sí
la moral es fruto de la evolución social no es posible hacer borrón y cuenta
nueva con el pasado, de lo contrario se caería en la anarquía, los cambios
morales se prolongan a lo largo del tiempo, un tiempo quizás infinito, los
Ilustrados buscaban establecer un ideal e ir acercándonos a él poco a poco, aunque
nunca se alcanzaría, el camino nos haría ser cada vez mejores. Eliminar las
desigualdades, la servidumbre y las guerras son imposibles, pero podemos
minimizar la fuerza de Thanatos. Todo
esto nos lleva a volver a concluir que el origen de la moral está en la
sociedad y es evolutivo, una respuesta al medio tanto ambiente como social, por
ello toda mejora social requiere de una mejora moral y esta necesita de mucho
tiempo para que los nuevos ideales se abran camino y se consoliden.
III
Que nuestros códigos morales
tengan un origen social implica toda una serie de consecuencias, la primera es
que no se puede aprender que es el bien o el mal sino es por el contacto con el
resto de la comunidad, por ello un niño o una niña que creciera solo en el
bosque como un Tarzán, nunca podría introducirse con éxito en una comunidad ya
establecida, como la
Inglaterra victoriana, pues le faltarían los recursos para
moverse en ella, le faltaría aquello que llamamos “tacto”, por tanto el resto
huiría de él, pues se comportaría como un bárbaro.
Otra consecuencia de todo esto es que la moral tiende a ser
conservadora, reticente a los cambios. Este punto es complejo e implica
entender bien que se quiere decir con ser conservador; ser conservador, es,
como ya he dicho, mostrar reticencia a los cambios bruscos, a las revoluciones.
Las revoluciones son incomodas a la moral, por ello, por muy “justas” que sean
las exigencias de los revolucionarios siempre encuentran a un grupo opuesto.
Tradicionalmente esto se explica por el temor de los conservadores a perder sus
privilegios, pero no todos buscan eso, Burke se mostraba reticente a la Revolución Francesa ,
no por motivos económicos, sino morales, al conservador inglés le preocupaba la
disolución de la sociedad si la
Revolución triunfaba, al igual que a Herder le angustiaba la
perdida de valores que la
Ilustración para él abanderaba. Que la moral sea conservadora
no implica que sea inmovilista, la moral cambia con el tiempo porque las
sociedades cambian. A lo largo de la historia nuestros conceptos de bien o mal
han ido evolucionando, piénsese por ejemplo en el sacrificio humano; muchas
culturas anteriores a la nuestra han practicado el sacrificio ritual de seres
humanos, hoy nos repugna, pero para aquellas culturas hacerlo era un imperativo
moral. Si la moral es fruto de la sociedad y tiene como objetivo el
mantenimiento de esta, es normal que si la sociedad cambia, la moral cambie y
eso ha pasado centenares de veces a lo largo de la historia. La adopción del
cristianismo por el occidente romano fue uno de esos cambios culturales que
implicó un cambio moral; virtudes cristianas, como la piedad, pasaron a ser
virtudes comunes entre el conjunto de la población. La moral cambia, pero
cambia despacio, las revoluciones son posibles, si, pero no son habituales, la
mayoría de pretensiones revolucionarias fracasarán, aunque conforme los tiempos
cambien, las pretensiones de los revolucionarios irán adoptándose por el
conjunto de la sociedad, si realmente son deseables.
Por otro lado no debemos llamarnos a engaño, esta concepción que aquí
hemos expuesto no implica que se avance siempre hacia un futuro mejor. Hemos
hablado de la evolución cultural como origen de nuestra moral pero esto no
quiere decir que inexorablemente, en el futuro, seamos mejores personas. Los
cambios sociales que determinan la moral de un periodo histórico concreto no
responden únicamente a ningún ideal de vida mejor, tienen en ellos tanto azar
como consciencia, aquí vemos un error de los Ilustrados, no todo cambio es siempre
a mejor, veámoslo con un ejemplo; imaginemos que mañana un enorme meteorito cae
sobre la Tierra
aniquilando la vida tal y como la conocemos, necesariamente nuestra sociedad
deberá cambiar para poder seguir con vida en este nuevo escenario post catástrofe,
con la sociedad cambiaran nuestros criterios morales, ¿lo harán a mejor? No
podemos decirlo porque nuestra situación presente es inconmensurable con la
situación de nuestra hipótesis de trabajo; no podemos evaluar moralmente este
futuro, como tampoco nuestro pasado, porque nuestros términos morales son
diferentes, nuestro lenguaje no vale para ello; piénsese en la diferencia de
significado que tiene para nosotros la palabra libertad comparada a como
entendían la libertad los antiguos griegos o los romanos; para nosotros la
libertad política consiste en la capacidad de resistir los abusos del Estado,
es una libertad negativa, la capacidad de decir “no”, un significado fruto del
liberalismo político. Por el contrario en el mundo antiguo la libertad era una
libertad positiva, para un griego de la época clásica, la libertad, era la
libertad de participar en los asuntos del Estado, la libertad del ciudadano.
Vemos con esto como el significado de los términos cambia con el tiempo, pues
la sociedad cambia y con ella la moral, por tanto no podemos utilizar nuestra
teoría sobre el origen de la moral para evaluar nada. Hacerlo sería un grave
anacronismo, cosa que Herder ya denunció cuando los ilustrados pretendían usar la Ilustración como
criterio para juzgar épocas y culturas pasadas, como en el siglo XVIII, no
podemos evaluar el pasado o el futuro desde nuestros criterios morales, pues
son un “invento” de nuestro hoy y no sirven para el pasado o el futuro, en un
caso son anacrónicos y en el otro quedaran obsoletos.
Otro peligro que nos amenaza es el de caer en el relativismo moral y
hallarnos en la imposibilidad de juzgar moralmente un acto concreto. Desde el
punto de vista que aquí defendemos, en apariencia, no podríamos juzgar a un
criminal de guerra nazi por sus crímenes, pues caeríamos en un error, dado que
el nazi habría actuado según los criterios morales dominantes en la Alemania de su tiempo y
según estos mismos, sus actos no constituyen ningún crimen. ¿Desde donde juzgar
los actos de alguien así? Está amparado por la moral dominante en su país
durante ese periodo de tiempo, por otro lado, acudir a los criterios morales de
otro sitio sería injusto, dado que la situación de una comunidad no es
comparable a la de otra comunidad. Tampoco se le debe juzgar a posteriori,
recordemos que no se puede juzgar el pasado desde el presente, pero si se puede
condenar al criminal en cuestión. Pensemos en la gente de la Alemania
nacionalsocialista que no se comportó como el general que tenemos sentado en el
banquillo de los acusados. Esta gente de la que hablamos son personas que no se
dejaron seducir por el ideario asesino de Hitler, es desde el punto de vista
moral de estas personas desde donde debemos juzgar los actos del general, pues
debemos entender que en la situación que evaluamos había una situación efectiva
de convivencia entre dos sistemas morales; el propio de los Nazis y el de los
que viviendo en el mismo suelo no compartían ese ideario. Debemos juzgar una
cultura desde ella misma; si se da la circunstancia de que en una misma cultura
conviven dos morales diferentes, como en el caso de nuestro ejemplo, podemos
juzgar la cultura desde su misma moral sin caer en error, pues esa cultura ha
creado dos sistemas de moralidad y podemos usar uno de ellos para juzgar al otro.
Puesto que el sujeto tenía posibilidad de elegir entre dos sistemas y optó por
el que condujo a la muerte de cientos de seres humanos, el reo resulta
condenable, pues eligió la peor alternativa que le ofrecía su cultura. Dado que
en circunstancias como la expuesta siempre hay diferentes comportamientos en un
sitio concreto, siempre tendremos herramientas de juicio desde donde poder
evaluar un comportamiento humano desde un punto de vista de bien o mal. El
problema del relativismo deja de amenazar nuestro sistema. Al elegir entre dos
sistemas morales de una sociedad concreta, lo que estamos haciendo es
contribuir a la evolución de las creencias morales; es lo mismo que hacemos en
nuestro día a día y esto no es más que una expresión de nuestra libertad, porque
si bien es la sociedad la que determina que es lo que esta bien y lo que esta
mal desde el punto de vista moral, en ultima instancia somos cada uno de
nosotros los que elegimos a diario que hacer. Esto último, nuestra libertad,
implica ciertos deberes y responsabilidades; si somos libres de actuar y de
elegir entre diferentes modos de conducta, somos los únicos que responderemos
de nuestros actos, por ello el general de nuestro ejemplo puede ser juzgado
desde los parámetros que hemos establecido.
Por ultimo, esta comprensión del hecho moral implica la necesidad del reconocimiento del otro si queremos juzgarle. A la hora de juzgar la conducta moral de personas pertenecientes a otras culturas, puesto que solo podemos juzgarlas desde su propio sistema, su propio paradigma, debemos esforzarnos por comprender los mecanismos morales que su cultura promueve. Es decir, si queremos juzgar a una persona de credo musulmán por el hecho de que las mujeres de esta religión visten el famoso velo islámico, no podemos recurrir a los criterios morales occidentales sobre la liberación de la mujer, esos criterios no sirven como ya hemos visto, es injusto juzgar al otro desde nuestro propio paradigma. Para evaluar el uso del velo islámico hemos de juzgarlo desde la propia cultura musulmana, sólo entonces podemos comprender la validez o invalidez del hecho y donde podemos situar el límite, porque no es lo mismo el velo que el velo integral o burka. Todo esto, como decimos, implica el reconocimiento del otro como alguien diferente a nosotros, con unas creencias diferentes, por ello el paradigma de la tolerancia no nos sirve, pues en ultima instancia la tolerancia implica un “vive y deja vivir” que nos reduce a la inoperancia, desde la tolerancia el juicio es imposible, ya que no nos permite sumergirnos en la diferencia y poder captar la diferencia entre nosotros y los otros; la tolerancia nos lleva a la injusticia, pues secretamente implica creer nuestra cultura como superior a la del resto de la humanidad y establece como unidad de medida el criterio de la cultura dominante, cosa a todas luces injusta. Debido a esta deficiencia debemos abrazar el nuevo paradigma del reconocimiento de la diferencia, sólo así podremos juzgar hechos de una cultura diferente a la nuestra.
Por ultimo, esta comprensión del hecho moral implica la necesidad del reconocimiento del otro si queremos juzgarle. A la hora de juzgar la conducta moral de personas pertenecientes a otras culturas, puesto que solo podemos juzgarlas desde su propio sistema, su propio paradigma, debemos esforzarnos por comprender los mecanismos morales que su cultura promueve. Es decir, si queremos juzgar a una persona de credo musulmán por el hecho de que las mujeres de esta religión visten el famoso velo islámico, no podemos recurrir a los criterios morales occidentales sobre la liberación de la mujer, esos criterios no sirven como ya hemos visto, es injusto juzgar al otro desde nuestro propio paradigma. Para evaluar el uso del velo islámico hemos de juzgarlo desde la propia cultura musulmana, sólo entonces podemos comprender la validez o invalidez del hecho y donde podemos situar el límite, porque no es lo mismo el velo que el velo integral o burka. Todo esto, como decimos, implica el reconocimiento del otro como alguien diferente a nosotros, con unas creencias diferentes, por ello el paradigma de la tolerancia no nos sirve, pues en ultima instancia la tolerancia implica un “vive y deja vivir” que nos reduce a la inoperancia, desde la tolerancia el juicio es imposible, ya que no nos permite sumergirnos en la diferencia y poder captar la diferencia entre nosotros y los otros; la tolerancia nos lleva a la injusticia, pues secretamente implica creer nuestra cultura como superior a la del resto de la humanidad y establece como unidad de medida el criterio de la cultura dominante, cosa a todas luces injusta. Debido a esta deficiencia debemos abrazar el nuevo paradigma del reconocimiento de la diferencia, sólo así podremos juzgar hechos de una cultura diferente a la nuestra.
IV
Hemos llegado al final de nuestra
investigación, en ella hemos localizado el origen de nuestros sentimientos
morales en la evolución de la sociedad, la moral es, según lo que aquí hemos
defendido, un modo que tiene cierto grupo de gente de perpetuarse y sobrevivir,
es una adaptación al medio. Esta tesis nos ha permitido establecer toda una
serie de inferencias importantes para nuestra vida actual, hemos visto como
podemos juzgar a otros desde el punto de vista moral. También que no es posible
asegurar que avancemos hacia mejor, pues no tenemos elementos de juicio para
evaluar épocas pasadas y tampoco podemos adivinar el futuro y evaluarlo con
nuestros conceptos. Hemos observado como el paradigma de la tolerancia queda
obsoleto con este sistema y la necesidad de abrazar el nuevo paradigma de
reconocimiento, dada la inconmensurabilidad de los diferentes sistemas morales
de cada cultura. Por otro lado, hemos sido capaces de resolver de forma más o
menos satisfactoria el problema del relativismo moral e incluso hemos podido
justificar la importancia que la moral tiene para la política, pues al ser la
moral un fruto de la evolución social que busca mantener cohesionada una
comunidad, la política, entendida como el arte de gobernar una sociedad, no
puede nunca prescindir de la moral, por tanto es fácil percatarse de la
importancia de los comités de ética dentro de los diferentes gobiernos, pues la
ética es la ciencia que estudia la moral de cada sociedad. Como resumen de esto
ultimo podemos decir, casi sin temor a equivocarnos, que la filosofía es
imprescindible si queremos seguir manteniendo nuestras sociedades. Por ultimo
aunque no menos importante, se ha demostrado, la importancia de la libertad de
cada sujeto en la evolución moral, la inexistencia de un determinismo fuerte y
como, dado que somos libres de actuar, nuestros actos pueden ser juzgados.
Por supuesto la investigación no puede quedar aquí, se debe seguir
ahondando en el tema, pues muchos puntos importantes han quedado sin resolver y
precisan aclaración, algunos son más evidentes que otros pero sin duda todos
son importantes. Uno de estos temas que me gustaría dejar apuntado, pues creo
especialmente sugestivo es el de la importancia de la mujer en la transmisión
de los valores morales, cosa que podría llevarnos a criticar ciertas tendencias
peligrosas de nuestro hoy. Otro punto que queda pendiente es el papel clave de
los comportamientos individuales en el establecimiento de los criterios morales
colectivos, porque si bien ha quedado insinuado, pienso que
podría ahondarse mucho más en
esta cuestión. La investigación sobre la moral debe seguir, ya sea completando
esta teoría u ofreciendo una mejor, no podemos bajar la guardia, pues de la
buena salud moral de la sociedad depende nuestra supervivencia.
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VOLTAIRE: Cándido Catedra 2007
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VOLTAIRE: Tratado
Sobre la Tolerancia Austral 2013
[1] Si
entendemos que el hombre es por naturaleza un ser social, la idea de un estado
de naturaleza en que no existe el Estado o el mando de un individuo sobre el
resto es ridícula. Toda sociedad que se tercie necesita un líder que ejerza el
poder, por ello la hipótesis del estado de naturaleza no es válida, siempre
habrá un grupo de personas que ejerzan el mando.
[2] Utilizo
el término “uso” al modo de Ortega y Gasset, un uso es aquello que hacemos sin
saber porque lo hacemos, su origen se remonta a las costumbres de determinada
comunidad. Es un uso el modo de saludarse o de sentarse a comer a la mesa.
[3] En
esto la obra de Voltaire Cándido es
un excelente ejemplo del pensamiento Ilustrado. Cándido busca hacer de este el mejor de los mundos posibles,
puesto que no lo es, al contrario de lo que defendió Leibniz, por tanto el
mundo puede mejorar y con la mejora del mundo será posible el amor a su
princesa, Cándido es un Ilustrado, un optimista que pretende cambiar el mundo
con su trabajo, por ello en el final del relato nos aparece el protagonista, un
noble, trabajando duramente. Es una preciosa metáfora de la obra que debe
desempeñar un Ilustrado, una mente de las luces, debe trabajar para mejorar el
mundo, como Cándido