Hoy tenemos la colaboración de Mateo, un estudiante de Filosofía de Oviedo, nos hablará acerca de la problemática del término 'Dios' en Filosofía Analítica, espero que os guste.
Al igual que Frege,
Russell parte de una serie de puzles lingüísticos que resolverá a
través de su filosofía del lenguaje. Además de plantear tres
nuevos, incorpora el expuesto por Frege, pero lo soluciona por una
vía diferente.
En
Los
principios de la matemática
adopta una postura filosófica primitiva respecto a sus posteriores
desarrollos, que se identifica con la expuesta por Meinong. Russell
considera que la estructura lógica de una oración es paralela a la
estructura gramatical de la misma. Por tanto, en las oraciones en las
que el sujeto no tiene existencia surge un problema al predicar algo
del mismo, pues no se pueden predicar propiedades de algo que no
existe. Ante esto adopta una postura que desemboca en una inflación
ontológica. Es decir, atribuye a este tipo de entidades no
existentes el ser, pero no la existencia. Por tanto, Russell
establece que toda entidad concebible tiene ser, y tan sólo algunas
existencia.
Posteriormente,
en Sobre
el denotar, rectifica
su postura anterior postulando que la estructura lógica y la
gramatical de una oración no tienen por qué coincidir. Además,
establece que toda símbolo de la oración es o bien un nombre, o
bien una descripción, siendo los nombres símbolos completos cuyo
significado es su referente y que no depende del resto de símbolos
de la oración, y siendo las descripciones símbolos incompletos cuyo
significado depende de estar contextualizadas en una oración sin la
cual carecerían del mismo. Por tanto, una descripción no tiene
significado por sí misma.
Russell distinguió
tres tipos de descripciones: impropias, indefinidas y definidas. Las
últimas son el eje central de su filosofía del lenguaje, siendo
estas aquellas expresiones que denotan un objeto concreto y son
introducidas por el artículo singular determinado.
Según su análisis,
las oraciones en las que intervienen descripciones definidas no
tienen la forma lógica sujeto-predicado, sino que en realidad son
oraciones cuantificadas existencialmente, lo que permite librarse de
la necesidad de establecer un sujeto ontológico del que se predique
la propiedad. Por tanto, esto permite a Russell desechar la inflación
ontológica.
Junto con esta teoría
aparece también la noción que alcance, que permite detectar la
ambigüedad de las oraciones que incluyen descripciones definidas y
un negador.
Con
estas dos herramientas consigue Russell dar solución a los cuatro
puzles, pues aunque aunque ciertos símbolos quisieran pasar por
nombres propios, Russell detecta que en realidad son descripciones
definidas encubiertas, pues todos ellos son reformulables a una que
es, de ahí el nombre, su descripción o definición.
Las
oraciones que contienen descripciones definidas pueden aparecer o
bien en un contexto existencial, o bien en uno predicativo. La
aserción ''Dios existe'' es de tipo existencial. Aparentemente es
una oración que responde a la estructura de sujeto-predicado, ya que
''Dios'' no está precedido por un artículo determinado o
indeterminado. Si la aserción fuera ''un Dios existe'' o ''el Dios
existe'', Russell no encontraría problema y aplicaría su análisis
cuantificacional concluyendo respectivamente que ''existe un X tal
que Fx'' y que ''existe un X tal que Fx y para todo X, para todo Y,
tal que Fx y Fy, x=y''. Sin
embargo, sucede que no es ninguno de los dos casos, y que ''Dios''
aparece aparentemente como un nombre propio genuino con su
significado. Y significa ''el ser tal que nada mayor que él puede
ser pensado''. Pero esta definición sí es una descripción
definida, ya que va introducida por el artículo determinado y no
tiene ningún significado por sí misma. Se puede hacer una lectura
de su formalización tal que así: ''Existe un X tal que Fx''. Por
tanto, ''Dios'' no es un nombre propio genuino, es una descripción
definida encubierta como nombre.
Como
dijimos, Russell se enfrentó con su teoría a cuatro puzles. El
término ''Dios'' afecta a los cuatro, sin embargo cobra especial
importancia en dos de ellos: en el puzle de informatividad de la
identidad alcanzó una conclusión similar a la que llegó Kant
tomando la aserción ''Dios existe'' como analítica: si el
significado de ''Dios'' es ''el ser tal que nada mayor puede ser
pensado'', decir que ''Dios es el ser tal que nada mayor puede ser
pensado'' es una tautología apriorística, un enunciado analítico
que no debería ser informativo, sino trivial. Sin embargo, es
informativo. El
otro es el puzle de los existenciales singulares, que permite a
Russell clasificar el argumento ontológico como falaz. En concreto
le asigna la falacia de petición de principio, según la cual un
argumento que incluya la conclusión entre sus premisas es inválido.
La definición de ''Dios'' implica que existe necesariamente. Por
tanto, siendo la definición de ''Dios'' una premisa del argumento
ontológico, y siendo la petición de principio una falacia que
invalida el argumento, la prueba ontológica es inválida.
Sin
embargo, cabe objetar que el argumento ontológico no siempre podría
ser inválido por la falacia de petición de principio, sino por la
falacia de las muchas preguntas, según la cual una pregunta que
incluya presuposiciones no probadas invalida el argumento, ya que si
las presuposiciones no son aceptadas, el debate sobre sus
implicaciones carece de base probada. Por ejemplo, si un defensor del
argumento ontológico nos dice: ''Si Dios es el ser tal que nada
mayor que él puede ser pensado, ¿cómo puedes negar su
existencia?''. El defensor está presuponiendo que esa es la
definición de ''Dios'' sin probarlo y que, además, nosotros la
aceptamos.Artículos relacionados:
Russell y las conferencias
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