-Cuando nos hablaron de Guillermo de Occam me pareció que le conocía de algo. Y ahora ya sé de qué: le he visto en una película
-No sabía yo que filmaban películas en el siglo trece…
-La película de que te hablo es bastante más reciente, aunque ya tiene sus añitos. ¿Has visto El nombre de la rosa?
-Pues no, creo que no. ¿Me he perdido algo bueno?
-Algo estupendo-.Va de una serie de crímenes que suceden en un monasterio medieval alucinante, con una torres… y todo rodeado de nieve. El detective que los investiga es un monje que se llama Gillermo de Baskerville, y lo hace Sean Connery y le acompaña otro monje jovencito llamado Adso. Baskerville como el perro infernal contra el que luchó Sherlock Holmes y Adso, que suena a Watson, su ayudante.
Pero Guillermo…estoy segurísima de que se llama Guillermo por Guillermo de Occam.
-No acabo de entenderlo
-Es porque no has visto la película. Guillermo de Baskerville todo lo descubre a base de pistas y datos que descubre con su experiencia. Mirando, escuchando, olfateando… No se fía de lo que le dicen ni acepta soluciones sobrenaturales para los asesinatos. Además tiene que enfrentarse a un inquisidor de lo más cabrón, un fanático que manda quemar a un montón de gente. Y algo muy importante: tiene mucho sentido del humor.
-¿Quién, el inquisidor?
-¡No! ¡Me refiero a Sean Conery! O sea, Guillermo de Baskerville. Es decir. Guillermo de Occam
-A ver si te aclaras
-Estoy segura de que Guillermo de Occam era un tío con sentido del humor. Porque pensaba por sí mismo y se fijaba en todo lo que había a su alrededor. Lo contrario de los inquisidores: ésos creen que la verdad les cae de lo alto, y lo que no se ajusta a su dogma lo queman para que no les fastidie el cuento. ¡No tienen ni pizca de humor, te lo juro!
-En eso estamos de acuerdo. Hay que tomarse muy en serio a uno mismo para quemar a alguien que no piensa como tú
Pues de esos fanáticos hubo muchos en la Edad Media
-¡Toma, y ahora! ¿Qué me dices de Stalin, Hitler, Franco o Fidel Castro? Cuanto más brutos, menos bromas aguantan sobre sus creencias
-En cambio Sócrates dialogaba con cualquiera y se reía de todos, empezando por él mismo. Sólo se puede hablar libremente con quien no está seguro de tener la verdad, toda la verdad y sólo la verdad.
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