sábado, 16 de noviembre de 2013

Wittgenstein: El diario ''secreto''

Hoy tenemos la colaboración de Edgar Cabeza Cabeza.
Esta vez el comecocos de Principio Ultimo se ha detenido en Ludwig Wittgenstein. Este Filósofo austriaco, del cual tenemos poca noticia privada, primero fue graduado en ingeniería y más adelante estudia con Russell filosofía en Cambridge. Él, sin lugar a dudas, era el inicio del nuevo rumbo que tomaría la filosofía contemporánea.
Wittgenstein solía hacer notas que luego utilizaría en su paradigmática publicación, a saber, el Tractatus. Cuando estaba en su lecho de muerte les pidió a sus más allegados discípulos que desaparecieran esos manuscritos de lo cual no hicieron caso y manipularon a su antojo para publicar tal cual lo hiciera Elizabeth Nietzsche con la obra de su amado hermano Friedrich Nietzsche.
El más amplio sustrato de esos manuscritos que no desaparecieron se encuentra publicado en los Diarios Secretos de Wittgenstein - que ya no son tan secretos -  en donde podemos ver la perturbación y la grandeza espiritual en la que estaba sumido Wittgenstein por los años de la primera guerra mundial entre 1914 y 1916 cuando apenas llegaba a la edad de 25 años. La carne, el espíritu, la sensualidad, la ordinariez de los soldados, la elegancia de los oficiales, las cartas de Russell y demás amigos muestran una trama y unos sentimientos de un alma que está atravesando por un momento existencial e intelectual que merece la pena leer.
Como todos sabemos, el sentimiento existencial de Wittgenstein estuvo siempre muy presente, pues que varios miembros de su familia se suicidaron. Esta cuestión y este sentimiento lo vemos continuamente en los Diarios. Sentimiento apaciguado solamente por la oración y la lectura de textos como por ejemplo Breve exposición del Evangelio de Tolstoi que hizo que espiritualmente Wittgenstein se mantuviera vivo, en la lucha de tanta decadencia que lo rodeaba.
De esta manera podremos encontrar dos formas de leer los Diarios Secretos: 1) como quien lee el diario de una quinceañera; con sus ires y venires, amores y desamores. Y 2) como quien lee la lucha de un intelectual por mantener su ser a pesar de las circunstancias.
A partir de ahora, vuelve a decir un número y el comecocos se detendrá, otra vez para contar otra brevísima historia.




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