El oráculo de Delfos estaba dedicado a Apolo, era un recinto
enorme con un templo, a este lugar acudían los griegos para preguntar a los
dioses sobre cuestiones inquietantes, sobre que les iba a pasar en su futuro. El
oráculo aparece en muchos mitos donde los héroes van a preguntarle a los
dioses.
Pero para consultar el oráculo había que trasladarse hasta
el recinto sagrado, ofrecer a Apolo una tarta hecha con miel y sacrificar una
cabra, que se quemaba en una hoguera rociándola con agua. Si el cuerpo de la
cabra temblaba durante la ofrenda, Apolo accedía a hablar. El oráculo corría a
cargo de una anciana, la Pitia, y un hombre, el Profeta. Tras la pregunta del
solicitante, la sacerdotisa, instalada en la cripta del templo e inclinada sobra
su trípode, entraba en comunicación con el dios. Masticaba hojas de laurel, espolvoreaba
harina y bebía largos tragos de la fuente sagrada. Si sus palabras, como
sucedía a menudo, resultaba absurdas o ininteligibles, el Profeta ayudaba a interpretarlas.
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