Para los griegos el mundo estaba poblado de dioses. Las fuerzas de la naturaleza no hacían otra cosa que expresar la potencia divina de estos poderes sobrenaturales. Detrás de todas las acciones había un poder divino que las guiaba hacia la felicidad o la perdición.
A los seres humanos sólo les quedaba reconocer esta realidad y tratar de establecer con estos poderes sobrenaturales las mejores relaciones posibles. Una relación casi contractual, que establecía unos derechos y unas obligaciones por ambas partes que tanto dioses como humanos reclamaban en su momento debió. En realidad, los griegos no sentían amor por sus dioses, sino sólo temor, veneración y respeto.
A fin de cuentas, había una frontera infranqueable que separaba el mundo de unos y otros. Los dioses eran eternos e inmortales. Los seres humanos, efímeros y sujetos a los azores de la suerte. Sin embargo, tantos unos como otros se hallaban sometidos a la ley implacable del destino, que gobernaba la existencia del mundo.
Todas las actividades humanas estaban estrechamente relacionadas con la religión. Desde la agricultura, la navegación o la guerra, a la política, la literatura o el arte.
Grecia era, en suma, un mundo muy diferente al nuestro, en el que las creencias, íntimas y personales, que a nosotros nos sirven de apoyo para enfrentarnos al mundo, eran sustituidas por un sentimiento colectivo de pertenencia a una comunidad determinada.
A los seres humanos sólo les quedaba reconocer esta realidad y tratar de establecer con estos poderes sobrenaturales las mejores relaciones posibles. Una relación casi contractual, que establecía unos derechos y unas obligaciones por ambas partes que tanto dioses como humanos reclamaban en su momento debió. En realidad, los griegos no sentían amor por sus dioses, sino sólo temor, veneración y respeto.
A fin de cuentas, había una frontera infranqueable que separaba el mundo de unos y otros. Los dioses eran eternos e inmortales. Los seres humanos, efímeros y sujetos a los azores de la suerte. Sin embargo, tantos unos como otros se hallaban sometidos a la ley implacable del destino, que gobernaba la existencia del mundo.
Todas las actividades humanas estaban estrechamente relacionadas con la religión. Desde la agricultura, la navegación o la guerra, a la política, la literatura o el arte.
Grecia era, en suma, un mundo muy diferente al nuestro, en el que las creencias, íntimas y personales, que a nosotros nos sirven de apoyo para enfrentarnos al mundo, eran sustituidas por un sentimiento colectivo de pertenencia a una comunidad determinada.
‘’A los dioses atribúyelo todo. Muchas veces levantan de las desdichas a hombres echados sobre el oscuro suelo; y muchas veces derriban y tumban panza arriba a quienes caminan erguidos. Luego hay muchos daños y uno yerra falto de sustento y en desvarío de mente’’ ARQUÍLOCO: 58 D/ 13oWest.
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"A fin de cuentas, había una frontera infranqueable que separaba el mundo de unos y otros." Mi opinión: No era infranqueable, de hecho la separación radical entre el mundo de Dios y el de los hombres vendrá con el cristinanismo. Que solo Cristo cruzó. Haciendo religión lo que empezó Platón. Pero en los griegos, como dices abajo, toda lo que sucede en la realidad, se debe a lo que hacen los dioses. Por eso, incluso ya griegos tardíos, no veían raro que Alejandro se nombrara primero heredero de Aquiles, y luego de Zeus. Era lo normal. Cualquier rey venía de algún Dios o de algún héroe. Y los dioses se relacionaban con los humanos. Dicho esto, creo que en verdad los griegos no asumían la realidad desde un punto de vista pasivo como esclavos del destino, sino que una vez sucedidas las cosas, las "racionalizaban" o "normalizaban" con una explicación divina. Ganaron la batalla porque así lo quiso tal Diosa, o la perdieron porque la ofrenda no fue la adecuada. Y por supuesto la política utilizaba la religión a su a su favor.
ResponderEliminarEn un mundo agónico, todo es lucha y por tanto el destino solo es algo de la memoria y del pasado.
Por polemizar un poco :-)