Mi historia comienza un día de 2006, he de decir que siempre he sido
una persona formal, correcta y buena gente, y de repente (sin motivo
aparente) se me acerca una chica, y me dice: hola, su nombre era Ana.
Lo que más me impactó es que, una chica que no conocía absolutamente de nada se me presentara, me diera dos besos en ambas mejillas, contándome, que le gustaría estar conmigo siempre, que algún día ella y yo nos casaríamos.
Mi reacción ante tal situación fue en un principio, comentarle que era una locura,ella no tenia ningún argumento válido para decirle que si, pero al ver que insistía de una forma que jamas había visto,decidimos formar una bonita amistad.
Ana era, joven, (misma edad que la mía), atractiva, inteligente, cabellos largos y negros y una sonrisa de oreja a oreja.
Pasamos meses viéndonos a solas, yo le expresaba mis deseos de amistad, y con el paso del tiempo descubrí una persona en la que confiar plenamente.
Cierto día en una charla familiar, se me notó algo mas de la cuenta que estaba con alguien, mis padres me comentaron que si me ocurría algo, estaba distantes con ellos y “salía” mucho. No me ocurre nada, son cosas vuestras, respondí. Mentí, no quería que rompieran nuestro gran lazo de compañerismo.
Entablamos tal amistad, que llegó un punto en el cual nos reuníamos todos los días y le comentaba todas mis vivencias, me realizaba como persona decírselo, en cambio ella solo me apretaba de la mano y sonreía susurrándome al oído que algún día nos casaríamos. Claramente no me quedaban horas libres y casi no estaba en casa, por lo cual mis padres empezaron a indagar por su cuenta, hasta que me observaron acariciándole su precioso pelo, ¡no lo podían creer!.
Me hicieron ver que no era buena chica, que no sabían casi nada de ella pero que me alejara de ella.
Estuve meses sin hacerles caso, hasta que durante una conversación me abandonó durante dos horas, no dijo nada, solo se fue.
A partir de ese momento razoné si era bueno o no seguir con las reuniones, Ana insistía en continuar, pero yo dudaba.
Con ayuda, le decía que no, que lo nuestro tenía que acabar; "tanto tiempo contigo y no se nada tuyo" le comente. Ella se negaba a romper la relación actuando de manera muy sospechosa. No me quedaba otra, llegué a la conclusión de que tenía que encerrarla. Entre todos mis familiares y algún que otro conocido construimos una prisión, era pequeñita y no muy resistente, confeccionada con algún que otro tablón de madera e hilos de coser la ropa, habría que intentarlo, cogerla desprevenida y meterla allí como bien pudiera...
¡Lo hicimos!, la conseguimos encerrar, no fue fácil, ahora tendrá que resistir el calabozo...
A día de hoy la prisión ya no es de tablones, la he mejorado bastante, es de hormigón armado, tiene luz y baño.
Alguna vez, he ido a visitar a Ana, no han sido reuniones largas, aún estando en el encierro, me mira fijamente a los ojos, me sonríe, y me susurra al oído: “Un día tu y yo nos casaremos”.
"Fdo Chip"
Lo que más me impactó es que, una chica que no conocía absolutamente de nada se me presentara, me diera dos besos en ambas mejillas, contándome, que le gustaría estar conmigo siempre, que algún día ella y yo nos casaríamos.
Mi reacción ante tal situación fue en un principio, comentarle que era una locura,ella no tenia ningún argumento válido para decirle que si, pero al ver que insistía de una forma que jamas había visto,decidimos formar una bonita amistad.
Ana era, joven, (misma edad que la mía), atractiva, inteligente, cabellos largos y negros y una sonrisa de oreja a oreja.
Pasamos meses viéndonos a solas, yo le expresaba mis deseos de amistad, y con el paso del tiempo descubrí una persona en la que confiar plenamente.
Cierto día en una charla familiar, se me notó algo mas de la cuenta que estaba con alguien, mis padres me comentaron que si me ocurría algo, estaba distantes con ellos y “salía” mucho. No me ocurre nada, son cosas vuestras, respondí. Mentí, no quería que rompieran nuestro gran lazo de compañerismo.
Entablamos tal amistad, que llegó un punto en el cual nos reuníamos todos los días y le comentaba todas mis vivencias, me realizaba como persona decírselo, en cambio ella solo me apretaba de la mano y sonreía susurrándome al oído que algún día nos casaríamos. Claramente no me quedaban horas libres y casi no estaba en casa, por lo cual mis padres empezaron a indagar por su cuenta, hasta que me observaron acariciándole su precioso pelo, ¡no lo podían creer!.
Me hicieron ver que no era buena chica, que no sabían casi nada de ella pero que me alejara de ella.
Estuve meses sin hacerles caso, hasta que durante una conversación me abandonó durante dos horas, no dijo nada, solo se fue.
A partir de ese momento razoné si era bueno o no seguir con las reuniones, Ana insistía en continuar, pero yo dudaba.
Con ayuda, le decía que no, que lo nuestro tenía que acabar; "tanto tiempo contigo y no se nada tuyo" le comente. Ella se negaba a romper la relación actuando de manera muy sospechosa. No me quedaba otra, llegué a la conclusión de que tenía que encerrarla. Entre todos mis familiares y algún que otro conocido construimos una prisión, era pequeñita y no muy resistente, confeccionada con algún que otro tablón de madera e hilos de coser la ropa, habría que intentarlo, cogerla desprevenida y meterla allí como bien pudiera...
¡Lo hicimos!, la conseguimos encerrar, no fue fácil, ahora tendrá que resistir el calabozo...
A día de hoy la prisión ya no es de tablones, la he mejorado bastante, es de hormigón armado, tiene luz y baño.
Alguna vez, he ido a visitar a Ana, no han sido reuniones largas, aún estando en el encierro, me mira fijamente a los ojos, me sonríe, y me susurra al oído: “Un día tu y yo nos casaremos”.
"Fdo Chip"
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