viernes, 30 de diciembre de 2011

Una Filosofía del Nacer

Somos mortales, pero queremos ser inmortales así que ya que no podemos ser infinitos como persona queremos serlo como especie.
Entre los filósofos que conozco, no suele ser común la reflexión sobre el nacimiento, pero si lo es el tema de la muerte. Parece que es más propio pensar sobre lo que nos amenaza, lo aún por llegar, que sobre lo concluido.
Me gustaría leer más sobre el nacimiento, o por lo menos leer igual sobre el nacimiento y la muerte. Pero siempre que cojo un texto de cualquier filósofo habla sobre la muerte y nunca sobre el nacimiento (o es que tengo mala suerte y siempre cojo textos de este tipo). Igual si entendiera mejor mi nacimiento entendería mejor mi muerte, o igual no, ya que a lo que nosotros llamamos nacer igual es porque estamos muriendo y ahora estamos en la muerte y cuando muramos naceremos. Pero eso no lo se seguro…
Se supone que el nacimiento es el comienzo de mi vida. Supone ‘’mi entrada’’ en el mundo en un acto que yo no tengo experiencia; sí posea noticias por narraciones o imágenes objetivadas, pero no experiencia propia, es decir, no está en mi memoria. Y, además, es algo ‘’con lo que me encuentro’’: me encuentro con vida, ‘’ya nacido’’
El nacimiento muestra también que mi vida no me la he dado yo, sino que depende de otras vidas. No me sitúo yo en el mundo, sino que ‘’me ponen’’ en él. Nacer es así recibir de otros una herencia, en un primer momento biológico, y más tarde cultural.
El nacer posee dos caras: se nace a algo desde algo. Es la experiencia de un origen y, a la vez, de un destino.

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