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jueves, 13 de noviembre de 2014

Los sentidos nos engañan, pero las personas también

Ayer por la noche un amigo se conpinchó con mi compañera de piso para gastarme una broma. Consistía en hacerme creer que hace unas semanas él estuvo en Valencia, en concreto en mi piso. Para ello, mi compañera le pasó toda la información que le hacía falta, incluso algunas fotos.

La broma se inició cuando él me envió una foto de mi salón, pero inmediatamente me di cuenta que se veía el teléfono; teléfono el cual había comprado hace 2 días, por lo tanto hace 2 semanas no podía estar ahí. ¡No es un teléfono! me decía él…
Me dije para mí misma: ¡Eva, piensa con la cabeza por favor, es un télefono! Pero creo que más bien pensé con el corazón; total… como solo se ve el cable… puede ser el cable de cualquier otra cosa. 
Me levanté y fui a preguntarle a mi compañera si verdaderamente había estado ahí y me dijo que si, fue tanta la rabia y el cabreo que me apresó por pensar que había estado en mi casa sin avisarme que me enfadé con el mundo entero. A los pocos minutos me enteré que había sido una broma. ¡Ya ves tú la tontería y la que se armó! Yo misma me di cuenta de que era mentira y yo misma me lo creí. 

Luego reflexionando sobre lo sucedido y conectándolo con ideas filosóficas me dado cuenta que efectivamente los sentidos nos engañan, pero tal vez engañados por nuestra mente, ella nos juega malas pasadas. Y aunque las evidencias te demuestren lo contrario acabas haciéndole caso a las personas que quieres aunque lo estés viendo con tus propios ojos. Tal vez demasiada confianza hacia algunas personas, pondrías la mano en el fuego por ellas, los sentimientos son más poderosos que cualquier pensamiento del mundo. Pero tampoco hay que confundir engaño con broma, finalmente tan solo quedó en eso. Los sentidos nos engañan, la mente también y las personas también, pero… ¿el corazón nos engaña? 

Aunque se podría profundizar sobre los diferentes tipos de bromas, al igual que San Agustín hizo el ‘’Tratado de la mentira’’, pero yo no voy a ponerme ahora mismo a hacer el tratado de la broma, pero quizá… quede en el tintero. ¿es nuestra mente la que le manda a los sentidos? 


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