En la Antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen.
El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. ''¡Para ya, no me pegues más!'', le decía al otro.
Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando:
''¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo?'' Pues entonces no gastes saliva diciendo que pare: soy automático''.
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